lunes, 9 de febrero de 2009

San Valentín no quiere tacaños

El rito de hacer regalos a los seres queridos es una fuerza interna compulsiva y poderosa.

Platón en El Banquete nos narra el mito según el cual hubo un tiempo que la tierra estaba habitada por una especie de personas esféricas que tenían dos caras, cuatro piernas y cuatro brazos perteneciendo a tres sexos distintos: el masculino descendiente del sol; el femenino descendiente de la tierra, y el andrógino descendiente de la luna. La insolencia de estos seres provocó la ira de Zeus que decidió partirlos por su mitad y condenarlos a buscar y refugiarse afectivamente unos en otros.

La felicidad se plasma en muchos momentos de la vida, uno de ellos se materializa cuando los amantes se funden en besos, y sus chispazos, provocan grandes palpitaciones. Metafóricamente, el amor surge cuando Cupido nos empareja, prepara sus flechas, y espera el encuentro en el día particular de San Valentín que cada pareja elige. Con las nubes y el cielo como escenario, deseamos una relación dichosa y vitalicia.

Al margen de la carga de romanticismo, lo cierto es que la tradición de hacer regalos a los seres queridos en fechas señaladas, es una forma de intercambio de bienes y de reciprocidad, en la que las motivaciones individuales y sociales actúan como si una poderosa fuerza interna nos guiara.

Comprometemos gasto, las tiendas exhiben sus mejores mercancías, y los escaparates se montan con suma dedicación. De igual forma, los restaurantes intentan recrear un ambiente íntimo, se lanzan ofertas especiales de viajes y se incrementa la venta de flores.

Tal vez Hayek cuando afirmó que el mercado era el producto de la acción humana y no el diseño de su institución, tuvo presentes los brotes de alegría que los momentos especiales suponen en la vida de las personas. Pese a las críticas por el consumo, seguiremos el guión y regalaremos presentes en el calendario que nos recuerda y evoca a quienes tenemos instalados en nuestras vidas. Y ello obviamente irradia a cualquier efeméride que nos haga reforzar los lazos de unión.

Con todo, la magia de estas acciones, nos individualiza frente a un mundo deshumanizado, y nos instala en nuestra dimensión espiritual frente al ser unidimensional en el que el pragmatismo y la cultura científica y técnica nos ha transformado. Cuando pensamos en ese ser especial de nuestras vidas, nos desligamos de nuestra esfera social y tomamos conciencia de que la condena de Zeus cuando decidió partirnos por la mitad para anhelar perpetuamente a la parte amputada, supuso el triunfo del amor y la amistad.

Los detractores del mercado asociado a los regalos con el objetivo de salvaguardar el ideal amoroso, luchan en vano. El mismísimo dios Eros tuvo que agasajar a Psique con banquetes nocturnos en su palacio para seducirla, y San Valentín quiere que seamos generosos porque aborrece la tacañería.

Autor: antonio roman sanchez

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